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Análisis de la segunda temporada de “Euphoria”: un espectáculo de obsesiones en 35mm

Cuando un director plantea un videoclip a través de una serie.

Azúcar, flores y muchos colores, así nacieron las Chicas Superpoderosas; y la mente de Sam Levinson, también. Guarden el glitter y los outfits extravagantes: este es un tema serio. A través de sus juegos visuales, oscuras historias y un soundtrack hecho a medida, el show más exitoso de HBO desde “Game of Thrones” enamoró a sus espectadores. Y ahora también, a toda la comunidad de Twitter. Pero, ¿sigue al nivel de su propuesta original?

Hijos de la posmodernidad

En esta segunda entrega, nos volvemos a encontrar con este grupo de adolescentes rotos. Cada introducción de episodio demuestra el motivo detrás de su psicología, el apodado ‘backstory’. Esta vez, se enfocaron en los adultos con los que crecieron y cómo estos afectaron sus vidas, en una cadena de traumas eterna. Pero, no es esa la generación que importa; sino más bien, la de los famosos Centennials.

Este programa está completamente destinado a la Generación Z. Desde el ritmo de la historia hasta los temas que trata y las técnicas para representarlo, todo está puesto ahí para su expansión en redes sociales. El valor diferencial de “Euphoria” se centra en la fragmentación de la identidad y la superioridad de lo visual, es decir, en los hijos de la posmodernidad.

Todos y cada uno de estos papeles son una representación de Twitter. Rue es el personaje que más se aleja del estereotipo, es la que más tiene las cosas claras, y en consecuencia, la que está más rota. Es interesante que esta temporada le haya dado tanta importancia a la obra teatral final que representó la historia de toda la serie, dado que los jóvenes (que vemos fuera y dentro de la pantalla) viven en un constante escenario de exposición, escondiendo sus debilidades detrás del telón. Estamos frente a una trama que gira alrededor de las drogas, si, pero también al concepto de obsesión y adicción que estas abarcan.

Éxtasis de imágenes

Ahora que ya quedó planteado este paralelismo con la realidad, ¿qué sucede con la locura audiovisual disruptiva que exhibe? Como no podía ser de otra manera, la segunda parte de esta experiencia sensorial vuelve a proponer una fotografía exquisita y diferente. Sin embargo, se perciben sobre algunas contradicciones.

El director de “Euphoria”, Sam Levinson, le dijo al Director de Fotografía, Marcell Rév, que quería crear una versión más íntima del programa que imitara a la juventud desgastada que sigue la historia. Por eso, Levinson y Rév decidieron pasar de filmar en digital a Kodak Ektachrome. La serie completa está en formato de 35mm, una delicia para los aficionados de la comunidad cinematográfica. La primera entrega fue planificada para que sea contemporánea y cumpla con su shock de arte, y la segunda, para ser más nostálgica, un recuerdo.

Todo muy bonito, mas ¿vinimos acá por el arte o por el guion? Antes, el relato se apoyaba en el arte. Cada decisión de fotografía giraba alrededor de la representación de las drogas y su exceso bajo la visión objetiva de Rue: un escenario de colores donde ella es una zombie y todos sus allegados sufren de la misma manera. Junto con la elección de soundtrack, Levinson logró la mismísima euforia. En contraste, esta temporada se volvió más oscura y abarcativa. Ahora, el arte se apoyó en la historia para mostrar una percepción fantasiosa y abstracta de los personajes. Un delirio, que dejó a su paso varios cabos sueltos de desarrollo abiertos a una pseuda interpretación.

La impunidad de un artista

No podemos negarlo, es satisfactorio ver que le dieron más protagonismo a Fezco y Lexie. Aunque, es imposible ignorar el maltrato que recibieron McKay (¿quién era esta persona?), Kat y hasta Jules.

A pesar de que hubiese sido interesante ver cómo cambiaba la relación entre Nate y McKay tras lo sucedido con Cassie, el actor solo apareció algunos minutos en el primer episodio de la segunda entrega y después Levinson lo eliminó de la trama. En paralelo, el nulo desarrollo en el papel de Barbie Ferreira es incluso sospechoso. ¿Se habrá peleado con el director? En la primera parte, Kat fue un símbolo para millones de jóvenes; mientras que ahora, solo tuvo una escena memorable y su mayor función fue ser la acompañante de su mejor amiga. El resto de los papeles son acordes: Cassie sigue siendo una víctima de su propio cuerpo y Rue de sí misma, mientras que Maddie entendió que merece un futuro mejor -aunque no tolere desapegarse de Nate, quien acepto sus trastornos-.

Así fue como pasamos del brillo y el éxtasis, de los colores primarios y los juegos visuales; a un granulado cálido que denota la caída en picada casi divina de los personajes. En conclusión, la segunda temporada de “Euphoria” se hizo esperar, pero finalmente, aterrizó en la plataforma de HBO Max para cumplir con su cuota de arte. A pesar del descuido de la coherencia y los papeles que desaparecieron; la fotografía, el diseño de producción y las actuaciones del elenco (en el que se vuelve a destacar Zendaya) brillarán en las próximas entregas de premios.

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