Pensar que los franceses decidieron llevar otra película a los Oscars 2020 es y será una de las decisiones que nunca entenderemos.

“Portrait de la jeune fille en feu” (“Retrato de una mujer en llamas”) es una de las grandes obras que nos regaló el 2019 (Mejor Guión en Cannes). Narra la historia de una pintora que tiene la difícil misión de retratar a una mujer que no posa para los pintores. Héloïse (interpretada por Adèle Haenel) no se deja dibujar por una simple razón: se encuentra obligada a esposarse con un hombre que no conoce. Marianne (interpretada por Noémie Merlant) es quien se debe encargar de trazar su figura sin que ella lo note.
Las actuaciones de estas dos actrices son más que espectaculares. Construyen sus personajes en todo momento, cualquier gesto, palabra, silencio forma sus interpretaciones. Sus papeles pueden ser vistos como simples. Tan solo son dos mujeres de 1770 que se enamoran perdidamente. Pero justamente en eso recae el talento de ambas. Lo bien que fue llevada a cabo la película, sumado a sus actuaciones te hace creer que estás ahí, en Francia, viéndolas como una especie de fantasma. Nos olvidamos de que estamos en una sala de cine.
Aquella sensación es acompañada por distintos factores que, sumados, hacen a la obra. La fotografía es maravillosa, junto con el vestuario nos llevan a aquella época. El trabajo de Claire Mathon (fotografía) es muy llamativo. Como una especie de paradoja poética, en algunas escenas uno siente que puede pausar la imagen y estar frente a un cuadro. La paleta de colores permite que se exprese en los planos el arte de la pintura, un factor que es importante durante toda la cinta y también muy presente en aquella época. El foco de la historia gira en torno a un lienzo y en la pantalla se nos presentan constantemente imágenes que podrían ser obras de arte de cualquier museo europeo. Otro factor que marca el relato es la musicalización y la edición de sonido, cuando los personajes callan el resto habla.
Céline Sciamma se encargó de la dirección y del guión. Se puede entender a la película como una obra de autor. El relato no plantea una típica historia de amor, cuenta con una impronta propia que la distingue de otras cintas dentro del género. También se plasma una clara intención de como mostrar a la mujer. Se presentan situaciones de época que son propias del género. Ellas son lo más importante de la historia, no podría hacerse una versión masculina tal cual.
Muchos catalogan a la película como cine LGBT. Si bien lo es, aquí creemos que trasciende esa característica. La cinta cuenta un romance en su máxima expresión. En ningún momento se detiene a plantear que dos mujeres se enamoran, tampoco lo hacen los personajes. El espectador asume y entiende que el amor es prohibido por la época, pero no se presenta como una problemática central el sexo de ambas. Tampoco busca mostrar a las protagonistas como lesbianas, tal vez lo sean o tal vez no. No las encasilla en ninguna orientación sexual. Busca ir más allá, preocupándose solo por el amor.
Resulta maravilloso como la película sabe presentar el “deseo”. La manera en cómo algo intangible parece simple de plasmar. Sin duda, es increíble la forma en la que las emociones de los personajes se perciben, sin que las muestren con una acción específica o característica de determinado sentimiento. “Retrato de una mujer en llamas” sabe retratar las emociones más profundas, aquellas que uno generalmente calla.